
Enamoramiento vs. Amor: ¿Cómo distinguir lo efímero de lo duradero?
Según Gabriel Gutiérrez Ospina, investigador de la UNAM, enamorarse es un estado psicológico biológico que se aproxima a la adicción más que al amor. Nos vuelve ansiosos, dependientes y moviliza el cuerpo con respuestas físicas intensas.
¿Te gustaría saber quién domina tu corazón: la euforia o la calma?

El enamoramiento desata una tormenta neuroquímica: la dopamina, la feniletilamina y la oxitocina hacen que el corazón se acelere, la mente se obnubile y la percepción de la realidad se idealice. En esa etapa inicial, el otro parece perfecto, y estamos dispuestos a ver solo sus virtudes. Es tan intenso que algunos autores lo comparan con una experiencia adictiva—de hecho, muchos repiten ciclos de enamoramiento una y otra vez.
Este estado, por su naturaleza volátil, suele ser intenso durante tres a siete meses —en algunos casos hasta dos años— luego surge una transición que solo puede ser llamada amor verdadero.
El amor verdadero emerge con tranquilidad, compromiso y atención al bienestar del otro. No se basa en la dependencia continua, sino en la madurez emocional y el respeto mutuo. Gutiérrez Ospina lo refleja bien: en el amor real, cada persona se ocupa de su propia felicidad, y luego, si se comparte, la pareja contribuye desde la libertad, no desde la necesidad ([turn0search0]).
Este tipo de amor evoluciona con el tiempo: suele convertirse en una amistad profunda, sostenida por la sinceridad y la paciencia. Los años enseñan a ver con claridad al otro, incluyendo sus sombras, sin perder el cariño.
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El psicólogo Robert Sternberg propuso una teoría esclarecedora: el amor consumado combina tres componentes: intimidad, pasión y compromiso. Estos pueden manifestarse en diferentes combinaciones (amor romántico, sociable, fatuo…), pero solo cuando los tres convergen es posible hablar de un vínculo sólido y resiliente.
¿Se parece más tu relación a una llama fugaz o a un fuego que arde con calma duradera?
Necesitar desentrañar estas emociones no es capricho: es parte de quererse. Si te cuesta diferenciar lo que sientes, buscar orientación no te debilita; te humaniza.










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