
Al volante de la ira: cómo el tráfico de Medellín desató una crisis emocional en un conductor de Uber
Juan Carlos Restrepo, un administrador de empresas de 56 años, nunca imaginó que su trabajo como conductor de Uber lo llevaría al borde del colapso emocional. Lo que empezó como una forma de complementar sus ingresos como inversionista, se convirtió en la fuente de una ira incontrolable que afectó su salud mental y sus relaciones familiares.
Todo comenzó con pequeñas molestias: gestos de frustración cuando algún peatón cruzaba lento, golpes al volante en los tacos. Pero pronto escaló a episodios de gritos, insultos y hasta amenazas a otros conductores. “Un motocicista me hizo una señal de grosería y estuve a punto de bajarme del carro para parármele“, confiesa Juan Carlos. Su familia notó el cambio: llegaba a casa con la mandíbula apretada, hablaba con rabia de sus pasajeros y cualquier pequeño error al volante lo hacía explotar.
El incidente decisivo ocurrió cuando su hija menor lo acompañó en un viaje. “Vi cómo le gritó a una señora mayor que cruzaba la calle. Me dio miedo de mi propio papá“, relata la joven de 19 años. Fue su esposa quien le dio un ultimátum: “O buscas ayuda o dejas este trabajo“.
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En SELIA, el psicólogo experto identificó que Juan Carlos sufría del llamado “road rage” o ira del conductor, un estado de agresividad descontrolada al manejar. “No es solo estrés por el tráfico“, explica el especialista. “Es una acumulación de frustraciones personales que encuentran salida en el anonimato que da el volante”.
El tratamiento incluyó:
Aunque el proceso no ha sido fácil, Juan Carlos muestra progresos. Ahora hace paradas conscientes entre viajes, practica mindfulness en los semáforos y aprendió a desconectarse de situaciones estresantes. “El tráfico sigue siendo el mismo, pero yo estoy cambiando mi forma de vivirlo“, reflexiona.
“Ahora entiendo que cada viaje es una prueba de paciencia, no una batalla“, concluye Juan Carlos. “Mis pasajeros merecen seguridad y mi familia merece volver a reconocerme“.
*La historia ficticia retrata los cientos de casos de pacientes de SELIA, en la búsqueda de formar conciencia con compasión en la sociedad.










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