
El amor que nace de las ideas: mi vida como sapiosexual en un mundo superficial
Desde la adolescencia, Isabela notó que sus enamoramientos surgían en bibliotecas y aulas, no en fiestas. En el colegio se obsesionó con un profesor de filosofía (“Nadie había hablado así de Sartre“), en la universidad con un compañero debatista (“Podía citar a Bourdieu en medio de una discusión“). Pero fue con Javier, su editor de 40 años, cuando entendió el poder —y el peligro— de esta dinámica.
Su “aventura intelectual” comenzó inocente:
✔️ Charlas tras horario sobre teorías de comunicación
✔️ Préstamo de libros con anotaciones en los márgenes
✔️ Miradas sostenidas cuando alguien más decía algo trivial
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La ruptura afectó a Isabela de formas inesperadas:
“Era un duelo doble: perdía al hombre y a la mente que me fascinaba“, explica. Su mejor amiga no entendía: “¿Cómo lloras por un tipo que ni siquiera era guapo?“. Esa incomprensión la llevó a terapia.
En SELIA, la psicóloga especializada la guió a:
1. Nombrar su experiencia
2. Sanar la herida del rechazo
3. Manejar futuras conexiones
El avance llegó cuando la psicóloga le preguntó: “¿Qué pasa si la persona más brillante que conoces eres tú?“. Isabela pasó semanas reconstruyendo su identidad más allá de “la audiencia fascinada de mentes ajenas“.
A cuatro meses de terapia:
✓ Retomó su tesis sobre filosofía de la comunicación con nuevo enfoque
✓ Aprendió a disfrutar debates sin necesidad de romanticizarlos
“Ahora cuando alguien me impresiona intelectualmente, aprecio el momento sin convertirlo en potencial relación“, sonríe.
Su historia enseña que:
En SELIA recordamos que todas las orientaciones tienen desafíos únicos. Como Isabela descubrió: “Ser sapiosexual no es solo amar mentes brillantes, es aprender a no apagar la tuya en el proceso“.










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