
El duelo imposible: cuando la pérdida llega sin aviso
“Me puse a hacer bicicleta, cuando me llamó un primo: ‘¿Usted ha oído noticias? ¿Dónde está Isabel?’. Cuando volví a la bicicleta, sentí un frío. Las piernas me temblaban. Hasta que mi hijo me llamó y me dijo que Isabelita se había muerto”, relató Socorro Chaves, su madre, bacterióloga de profesión.
Este “frío” que describe no es metáfora: estudios de la Universidad de California demuestran que el shock emocional activa la misma respuesta fisiológica que la hipotermia, paralizando momentáneamente el sistema nervioso.
El padre de Isabel, Bernardo Muñoz, también médico, señaló: “Realmente Isabel le salvó la vida [a la estudiante], porque no hay otra explicación”. Esta narrativa —común en duelos traumáticos— revela un intento del cerebro por encontrar coherencia donde solo hay caos. La Teoría del Mundo Justo (psicología social) explica por qué necesitamos creer que las tragedias tienen un propósito, incluso cuando no lo tienen.
“Llevo siete años y ocho meses y aún no he podido asimilar que ella ya no está”, confesó Socorro. Investigaciones del Journal of Traumatic Stress muestran que en muertes traumáticas, el duelo puede estancarse en la fase de negociación: los padres aún litigan contra el hospital, buscando responsabilidades legales donde la psique busca respuestas existenciales.
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Un estudio longitudinal de la Universidad de Yale siguió a padres que perdieron hijos en accidentes:
El proceso legal que lleva la familia —acusando al hospital de homicidio culposo— refleja un fenómeno documentado por la psicóloga Judith Herman: “Las víctimas necesitan tres cosas: seguridad, recuerdo y duelo, y reparación”. Pero cuando el sistema judicial falla (el caso sigue abierto 8 años después), el duelo se enquista.
“A veces uno se pregunta: ¿por qué se han demorado tanto?”, cuestionó Bernardo. Para la psicología jurídica, esta impunidad cronifica el trauma, pues el cerebro interpreta que el peligro (la injusticia) persiste.










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