
El duelo por dejar de trabajar: cuando la vida laboral llega a su fin
El duelo por dejar de trabajar es el proceso emocional y psicológico que atraviesan las personas al enfrentarse a la pérdida de su rol laboral, ya sea por jubilación, despido, enfermedad o cualquier otra circunstancia. Así como ocurre con otros duelos, aparecen sentimientos de vacío, incertidumbre, nostalgia e incluso depresión.
La revista Semana lo define como una etapa de transición en la que “el individuo debe asumir que su vida ya no estará marcada por la rutina laboral, los logros profesionales y las responsabilidades del día a día”. Este cambio, aunque esperado en algunos casos, puede desestabilizar profundamente a quienes ven en el trabajo su principal fuente de identidad y reconocimiento.
¿Te has preguntado cuántas veces, al conocer a alguien, lo primero que preguntas es “¿a qué te dedicas?”? El trabajo se convierte en un rasgo identitario que va mucho más allá de lo económico. Representa logros, disciplina, sueños cumplidos o frustrados, y un lugar en la sociedad.
Por eso, cuando se termina esa etapa, muchos sienten que pierden parte de sí mismos. No es raro escuchar expresiones como “ya no sirvo para nada” o “me siento inútil sin trabajar”. Estas frases reflejan cómo la cultura del rendimiento y la productividad ha calado en nuestra forma de medir el valor personal.

Los expertos señalan que el impacto del duelo laboral puede ser tan fuerte como el de otros procesos de pérdida. Aparecen sensaciones de soledad, porque el contacto social con colegas desaparece; miedo, porque no se sabe cómo llenar el tiempo libre; e incluso síntomas físicos relacionados con la ansiedad.
¿Acaso es posible aprender a disfrutar de esta nueva etapa sin hundirse en la tristeza? Sí, pero requiere un proceso consciente de adaptación y, en muchos casos, apoyo profesional.
No todas las personas viven este proceso de la misma manera. La intensidad del duelo por dejar de trabajar depende de factores como:
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La jubilación es vista culturalmente como el final de una etapa y el inicio de otra supuestamente llena de descanso. Pero en la práctica, muchos jubilados sienten un choque emocional fuerte. De repente, las rutinas desaparecen, el tiempo sobra y el reconocimiento social disminuye.
Algunos estudios muestran que quienes no planifican la jubilación con actividades significativas tienen más riesgo de sufrir depresión y aislamiento. Entonces, ¿no sería mejor empezar a preparar esta etapa mucho antes de que llegue?
Dejar de trabajar no tiene que ser sinónimo de pérdida total. Existen formas de transformar esta transición en una oportunidad para redescubrirse. Aquí algunas claves:
Aceptar que somos mucho más que nuestro trabajo es un paso fundamental. Redescubrir pasiones, hobbies y talentos olvidados ayuda a recuperar el sentido de propósito.
Aunque ya no haya horarios laborales, diseñar una rutina diaria con actividades fijas —ejercicio, lectura, voluntariado— evita la sensación de vacío.
La interacción social es un antídoto contra la soledad. Participar en grupos comunitarios, actividades culturales o encuentros familiares fortalece el bienestar emocional.
No siempre es fácil enfrentar este proceso en soledad. Si sientes que la tristeza o la ansiedad son demasiado fuertes, acudir a un psicólogo puede ser la mejor opción. En SELIA puedes encontrar apoyo a través de terapeutas en línea que te acompañarán en este camino.
El fin de la vida laboral no significa el fin de los sueños. Viajar, aprender un idioma, emprender un negocio pequeño o escribir un libro son formas de mantenerse activo.
En este proceso, la familia juega un papel crucial. Reconocer el valor del adulto que deja de trabajar, animarlo a seguir participando en decisiones y fomentar su autonomía son gestos que reducen la sensación de inutilidad.
La sociedad, por su parte, necesita cambiar su mirada sobre la vejez y el retiro laboral. En lugar de ver a los jubilados como personas “fuera de juego”, habría que reconocerlos como fuentes de experiencia y sabiduría.
Uno de los mayores peligros del duelo laboral es el aislamiento social. Cuando la persona se encierra en casa y pierde contacto con el mundo exterior, aumentan las probabilidades de sufrir depresión. Por eso es vital mantenerse activo y conectado.
¿Y si, en lugar de pensar en lo que se pierde, nos enfocamos en lo que se gana con este tiempo libre? La clave está en reorientar la mirada hacia nuevas oportunidades de crecimiento personal.
Numerosos psicólogos coinciden en que dejar de trabajar sin un plan de adaptación puede desencadenar problemas de salud mental. Ansiedad, insomnio, pérdida de apetito y depresión son señales de alerta que no deben ignorarse.
Si identificas alguno de estos síntomas en ti o en un ser querido, lo mejor es acudir a programas especializados que ofrezcan acompañamiento. En SELIA encuentras programas diseñados para fortalecer el bienestar emocional en diferentes etapas de la vida.
El duelo por dejar de trabajar no es el final de la productividad ni del valor personal. Al contrario, puede ser el inicio de una etapa rica en aprendizajes, creatividad y disfrute.
Como dijo alguna vez un experto en psicología laboral: “La jubilación no es un final, es un renacer”.
Dejar el trabajo implica más que cerrar una etapa laboral; es también aprender a redefinir quiénes somos y qué queremos hacer con nuestro tiempo. El duelo laboral es real, pero no tiene que convertirse en un obstáculo insuperable.
La clave está en prepararse emocionalmente, rodearse de apoyo y comprender que nuestra identidad va mucho más allá de lo que hacemos para ganarnos la vida.










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