Entre el deber y el delirio: mi vida gobernada por el trastorno obsesivo-compulsivo

Última actualización:
2025-10-16

Entre el deber y el delirio: mi vida gobernada por el trastorno obsesivo-compulsivo

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Neiva amanece calurosa como siempre, y Laura González ya lleva una hora en su oficina antes de que nadie más llegue. A sus 35 años, esta administradora de empresas parece el modelo de la funcionaria perfecta: meticulosa, responsable, entregada a su trabajo. Pero lo que sus colegas ven como dedicación ejemplar, es en realidad la manifestación de un trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) que ha consumido su vida. “Creo que si no reviso los informes al menos siete veces antes de enviarlos, algún niño en el Huila recibirá educación deficiente por mi culpa“, confiesa con voz quebrada durante su primera sesión con un experto de SELIA.

Los primeros signos: cuando la responsabilidad se convirtió en obsesión

Laura siempre fue perfeccionista, pero todo se intensificó cuando asumió la coordinación de un programa escolar para 15 municipios del Huila. “Empecé a contar las veces que verificaba cada cifra. Primero eran tres revisiones, luego cinco, luego perdía la cuenta“, relata. Sus rituales incluyen: alinear exactamente los documentos sobre su escritorio, lavarse las manos cada vez que toca un archivo que considera “contaminado” (como expedientes de escuelas con bajos resultados), y repetir mentalmente frases de protección (“Que ningún niño sufra por mi error“) antes de enviar cualquier correo.

Salvar la educación del Huila“: la carga de una misión imposible

Lo que comenzó como hábitos laborales meticulosos, se transformó en una carga insoportable. Laura pasaba noches enteras rehaciendo informes que sus jefes ya habían aprobado. “Si veía un error aunque fuera mínimo después de enviarlo, entraba en pánico. Me convencía de que por ese descuido, algún profesor no daría sus clases con normalidad“, explica.

Su novio, Luis, también funcionario público, al principio admiró su dedicación: “Pensé que era la empleada más comprometida del mundo“, reconoce. Pero cuando la encontró llorando en el baño a las 3 a.m. porque “había olvidado comprobar el cuarto decimal en una tabla de nutrición“, supo que algo andaba mal.

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El TOC de Laura no se limita al trabajo. En casa, sus rituales incluyen:

Antes de salir de casa, debo tocar cada pomo de la puerta siguiendo un patrón específico. Si me interrumpen o me equivoco, tengo que comenzar de nuevo“, describe. Luis intentó ser comprensivo al principio, pero la dinámica los fue aislando. “Dejamos de invitar amigos porque Laura necesitaba horas para preparar todo perfectamente. Nuestra intimidad desapareció entre sus rituales nocturnos“, confiesa.

El punto de quiebre: cuando el cuerpo dijo “basta”

El colapso llegó cuando Laura desarrolló una dermatitis severa por lavarse las manos más de 30 veces al día. “Mis manos sangraban, pero seguía sintiendo que estaban sucias“, recuerda. Fue su médico quien la derivó urgentemente en una sesión con un experto en SELIA. Allí, la psicóloga especializada le explicó que su cerebro estaba “atorado” en bucles de pensamiento. “El TOC te hace creer que tienes el control, pero en realidad es el trastorno el que controla tu vida“, le dijo.

Terapia de exposición: enfrentando los miedos, un paso a la vez

El tratamiento incluyó:

  1. Prevención de rituales: Enviar un informe con un error deliberado (pero inocuo) y resistir la urgencia de corregirlo
  2. Terapia cognitiva: Cuestionar sus pensamientos catastróficos (“¿Realmente el futuro educativo del Huila depende solo de ti?“)
  3. Mindfulness: Aprender a tolerar la ansiedad sin ceder a compulsiones

El ejercicio más difícil fue usar durante una semana la misma taza de café sin lavarla (su TOC le decía que acumulaba “contaminación“). “Los primeros días sentía que me intoxicaría. Ahora entiendo que era mi mente jugándome trucos“, dice.

Reconstruyendo lo que el TOC se llevó

A seis meses de terapia, Laura aún lucha, pero ha recuperado espacios de su vida:

Lo más valioso fue entender que mi valor no está en la perfección“, reflexiona. Su jefe de la oficina notó el cambio: “Sigue siendo excelente profesional, pero ahora trabaja con más calma y creatividad“.

Un mensaje para otras personas con TOC

Laura quiere que otros sepan que el TOC no es un “trastorno de personalidad“, sino una condición tratable. “No eres tus pensamientos obsesivos ni tus compulsiones. Con ayuda, puedes recuperar el timón de tu vida“, afirma. En SELIA, recordamos que buscar ayuda no es signo de debilidad, sino el primer paso hacia la libertad. Como dice Laura: “Aprendí que educar no se trata de controlar cada variable, sino de fluir con las imperfecciones del proceso. Y eso incluye aceptar las mías propias“.


*La historia ficticia retrata los cientos de casos de pacientes de SELIA, en la búsqueda de formar conciencia con compasión en la sociedad.

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