
Parejas que dicen “me voy” una y otra vez: cuando la amenaza se convierte en rutina
En muchos casos, quienes responden con esta amenaza lo hacen sin indagar en la raíz del conflicto; simplemente intentan cortar la tensión por la vía rápida. Psicólogos especializados definen este patrón como un tipo de chantaje emocional, donde se utiliza el miedo, la culpa y la obligación para manipular al otro.
Amenazar con irse puede generar alivio temporal, pero al hacerlo de forma repetida se instala un ciclo tóxico: ansiedad, culpabilidad, sumisión y auto-desvalorización. Quien lo recibe suele sentir constantes dudas sobre la permanencia de la relación, y acaba adaptándose a demandas crecientes para evitar el abandono.
La autoestima se erosiona y emerge una sensación de indefensión, mientras la ansiedad crece, en un proceso que puede terminar en ruptura ¿sin salida? y sin posibilidad de reconstrucción amistosa .
El trasfondo emocional de esta conducta suele ser una mezcla de ansiedad, necesidad de control y miedo al conflicto. De acuerdo con expertos, la amenaza de ruptura crea una asimetría de poder. Uno impone miedo, mientras el otro cede para evitarlo.
Esto no se limita a escenarios puntuales: es una forma constante de manejo del otro. Puede no haber maltrato explícito, pero está presente el riesgo de violencia emocional—una forma sutil y profunda de maltrato psicológico.
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Es importante diferenciar entre comunicar un malestar profundo desde la calma y amenazar para obtener una ventaja emocional. La primera invita al diálogo, la segunda refuerza efectos destructivos. García Fuentes sugiere reemplazar la amenaza por: “Vamos a buscar una solución”, o si no hay forma de corregir el daño, “podemos plantear una ruptura desde el respeto”.
Las rupturas saludables no deben implicar humillación ni manipulación. Como señala Alicia González, “forzar al otro a ser quien cierre la relación puede funcionar como arma para dañar reputación y generar culpa”. Cuando amenazar se vuelve habitual, ya no es solo un aviso: es una forma de chantaje que impide una salida limpia o constructiva.
El acompañamiento es importante en al menos tres casos:
Buscar ayuda no es señal de fracaso, sino de responsabilidad afectiva consigo mismo y con el vínculo.
Amenazar con irse puede sentirse como un recurso para hacer sentir en vértigo al otro, pero a la larga destruye la base de toda relación: la confianza. Paralelamente, quienes viven estas amenazas cotidianas suelen pagar el precio de la ansiedad, el desmoronamiento emocional y la pérdida de raíces afectivas.
En SELIA defendemos que las relaciones—incluso las que terminan—merecen desarrollarse desde la comunicación, el respeto mutuo y el cuidado de la salud mental. Si este patrón te hace daño, recuerda: no estás obligado a soportarlo. Hablar, poner límites y buscar apoyo es un acto de amor por ti y por un futuro más digno.










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