
Síndrome del impostor: la carga silenciosa de miles de jóvenes en Colombia
El dato, que surge de una investigación centrada en la relación entre el uso de redes sociales y la salud mental, enciende las alarmas sobre la manera en que los jóvenes se perciben a sí mismos. Se sienten insuficientes, dudan de sus logros y viven con el temor constante de ser descubiertos como un “engaño”. ¿Qué hay detrás de esta tendencia y por qué es tan común en Colombia?
El síndrome del impostor es un fenómeno psicológico descrito por primera vez en 1978 por las psicólogas Pauline Clance y Suzanne Imes. Se manifiesta cuando una persona, a pesar de sus éxitos, no se siente merecedora de ellos. En lugar de atribuir sus logros al esfuerzo o la capacidad, los perciben como fruto del azar, la suerte o incluso del engaño.
“Tengo miedo de que descubran que no soy tan buena como creen”, “solo he tenido suerte”, “no sé cómo llegué hasta aquí”… Son frases típicas que resumen la experiencia emocional de quienes viven con esta condición. Aunque inicialmente se observó con mayor frecuencia en mujeres exitosas, hoy se sabe que puede afectar a cualquier persona, sin importar su género, edad o profesión.
El estudio indica que el 70 % de los jóvenes colombianos encuestados experimenta pensamientos relacionados con el síndrome del impostor. Esta cifra refleja un panorama complejo. La juventud actual está expuesta a una presión constante por destacar, por mostrarse perfecta y por cumplir con expectativas muchas veces inalcanzables. La comparación constante en redes sociales intensifica estos sentimientos.
Las plataformas digitales se han convertido en escaparates de éxito, belleza, productividad y felicidad. Pero detrás de cada foto perfecta hay filtros, edición y una selección cuidadosa de lo que se muestra. Sin embargo, muchos jóvenes internalizan esas imágenes como estándares reales que deben alcanzar. Esto genera una desconexión entre la realidad y la percepción propia.
El informe también hace hincapié en la relación directa entre el uso excesivo de redes sociales y los problemas de salud mental. El constante bombardeo de logros ajenos puede hacer que los propios parezcan pequeños o insuficientes. Además, la necesidad de validación externa, expresada en likes, comentarios o seguidores, refuerza la idea de que el valor personal depende de la aprobación de otros.
En este contexto, no es de extrañar que el síndrome del impostor prolifere. Cuando los jóvenes no se sienten capaces de sostener la imagen que proyectan o que creen que deben proyectar, aparece el miedo, la ansiedad y la inseguridad.
Uno de los aspectos más preocupantes del síndrome del impostor es su impacto en la vida diaria. En el ámbito académico, muchos estudiantes evitan participar, postularse a becas o asumir liderazgos por temor a “no estar a la altura”. En el mundo laboral, se observa una baja en la autoconfianza, dificultad para negociar salarios o ascensos, y un constante autosabotaje.
“No me postulo porque seguro hay alguien mejor”, “no voy a pedir aumento, no lo merezco”, “no quiero que piensen que soy arrogante”. Estas frases delatan una autoimagen deteriorada, alimentada por la idea de que el éxito personal no es válido.
Uno de los grandes retos de esta condición es su invisibilidad. A menudo, quienes la padecen no la identifican como un problema real. Creen que sus pensamientos de duda y desconfianza son normales o incluso necesarios para mejorar. Esto retrasa el acceso a apoyo psicológico y perpetúa el malestar.
Además, el hecho de que muchas personas exitosas también hayan declarado sentirse así en algún momento de sus vidas, como Michelle Obama o Tom Hanks, puede generar un efecto paradójico: si incluso ellos lo sienten, ¿quién soy yo para no dudar de mí mismo?
Visibilizar el síndrome del impostor es un paso fundamental para su abordaje. Nombrarlo permite comprenderlo, y comprenderlo abre la puerta a enfrentarlo. En este sentido, los medios, las instituciones educativas y los espacios laborales pueden jugar un rol clave en generar conversación y conciencia.
Desde SELIA, promovemos una mirada empática, profesional y sin juicios hacia los problemas de salud mental. Abrir espacios de diálogo, educar sobre las emociones y normalizar la búsqueda de ayuda psicológica son estrategias esenciales para combatir este fenómeno.
Superar esta sensación de fraude no es fácil, pero es posible. Algunos pasos recomendados por especialistas incluyen:
Además, cultivar la autoaceptación y practicar la compasión hacia uno mismo son herramientas poderosas para contrarrestar los efectos del síndrome.
Este estudio no solo refleja una situación preocupante, sino que también representa una oportunidad para actuar. Si siete de cada diez jóvenes en Colombia se sienten impostores, es urgente construir entornos más saludables, donde el error sea parte del aprendizaje, donde el éxito no sea sinónimo de perfección, y donde se valore más el proceso que el resultado.
Como sociedad, tenemos la responsabilidad de fomentar el bienestar emocional desde la infancia. Educar sobre emociones, brindar herramientas de gestión emocional y reducir el estigma en torno a la terapia psicológica pueden marcar la diferencia en las generaciones futuras.
Si tú o alguien que conoces está experimentando una emergencia o una crisis y necesita ayuda inmediata, llama a la línea 192 opción 4 (en Colombia) o dirígete a la sala de emergencia más cercana. Encuentra recursos adicionales para crisis.