
La verdadera raíz de la obesidad no es la falta de ejercicio, según la ciencia
Este hallazgo cambia el paradigma tradicional: ahora, en SELIA, exploramos cómo esta evidencia obliga a replantear nuestras estrategias de salud mental, nutrición y bienestar integral.
La investigación utilizó agua doblemente marcada para medir el gasto energético total de adultos en sociedades occidentales y comunidades no industrializadas. Aunque los segundos realizan más actividad física, el gasto calórico total es sorprendentemente similar. Al parecer, el cuerpo regula el consumo energético dentro de un margen estrecho —el llamado modelo de rendimiento energético restringido— lo que significa que movernos más no implica necesariamente quemar más calorías totales .
Este descubrimiento desmantela la idea de que aumentar la actividad física por sí sola evita el sobrepeso. El consumo excesivo, sobre todo de calorías densamente concentradas en ultraprocesados, es el detonante principal.
El estudio señala que el aumento en la ingesta calórica, especialmente de alimentos ultraprocesados —”formulaciones industriales con cinco o más ingredientes”—, fue aproximadamente diez veces más importante que los cambios en el gasto calórico para explicar el crecimiento de la obesidad.
Estos productos, abundantes en grasas trans, azúcares añadidos y aditivos, promueven el consumo excesivo con mínima saciedad. Así, se convierten en la principal causa de lo que la OMS define como “ambientes obesogénicos”: espacios donde prima la oferta de calorías densas sobre la calidad nutricional .
La obesidad no es solo una cuestión individual, sino estructural. Un ejemplo: los ultraprocesados son más accesibles, más económicos y altamente promovidos, incluso en escuelas y en medios de comunicación . Este “entorno tóxico” —como lo denomina Kelly Brownell— facilita el consumo excesivo sin que el individuo sea el único responsable.
En SELIA, entendemos que frases como “si subes de peso es porque eres flojo” ignoran la complejidad del problema. La obesidad es un síndrome crónico multifactorial: dieta, genética, cultura y salud mental se combinan para explicar su aparición .
No se niega que la falta de actividad física sea un riesgo —la OMS sostiene que menos de 150 minutos semanales ya implica un estilo de vida sedentario—, y que la inactividad gaste menos calorías . Sin embargo, su impacto en el peso corporal es menor comparado con los patrones de alimentación actuales. Según el estudio de PNAS, el desequilibrio energético se debe sobre todo a lo que comemos.
Aun así, el ejercicio sigue siendo esencial para la salud emocional, cognitiva y cardiovascular.
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En SELIA recordamos que la salud mental influye en los hábitos alimentarios. Estrés, ansiedad y depresión pueden aumentar la ingesta de ultraprocesados. A su vez, la obesidad genera estigma, baja autoestima y mayor riesgo de depresión, alimentando un ciclo negativo que exige intervenciones integrales.
Enfoques pioneros van más allá del “come menos y muévete más”. Se enfocan en:
Nuestra plataforma puede liderar un cambio de enfoque: comunicar que para prevenir la obesidad no basta con ejercicio. Es urgente incidir en el alimento ultraprocesado y el entorno social. También explorar cómo apoyo emocional y psicoeducación pueden romper el ciclo obesidad‑mental.










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