Agorafobia: mi vida cautiva por el miedo

Última actualización:
2025-10-16

Agorafobia: mi vida cautiva por el miedo

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El primer ataque que lo cambió todo

El detonante ocurrió en la planta de producción más grande que auditaba. “Era un hangar inmenso con máquinas ruidosas. De repente sentí que el techo se cerraba sobre mí“, recuerda. Los síntomas fueron brutales: taquicardia, sudoración fría, la certeza de que moriría allí mismo. Desde ese día, su mundo comenzó a encogerse:
✔️ Dejó de usar el Transmilenio (“Demasiada gente“)
✔️ Rechazó auditorías en municipios (“¿Y si me da un ataque lejos de casa?“)
✔️ Canceló su matrícula en el gimnasio (el techo alto del centro deportivo le provocaba vértigo)

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La paradoja profesional

Su caso desconcertaba a sus colegas: podía analizar fallas estructurales en enormes naves industriales, pero entrar a una le paralizaba. La ironía no escapaba a Juliana: “Sé exactamente cuántos newtons de fuerza soporta cada viga en esas fábricas, pero mi mente convence a mi cuerpo de que colapsarán sobre mí“.

El trabajo remoto le permitió ocultar su condición por meses, hasta que su jefa insistió en una visita crucial a Zipaquirá. “Tuve que inventar que mi madre estaba hospitalizada. Mentir así me rompió“, admite con lágrimas.

Terapia: reconstruyendo la libertad paso a paso

En SELIA, la psicóloga especializada diseñó un plan personalizado:

1. Cartografía del miedo

2. Exposición gradual con apoyo tecnológico

3. Reconexión corporal

El avance fue lento pero significativo:
✓ Primera semana: Logró estar 5 minutos en el parque a las 6 a.m. (sin gente)
✓ Mes 3: Tomó un Uber hasta la plaza de su barrio (con compañía terapéutica)
✓ Mes 6: Auditó media hora en una fábrica pequeña con salida de emergencia visible

El día que recuperó su profesión

El hito llegó ocho meses después, cuando Juliana entró a una nave industrial completa. “No fue perfecto: sudé como nunca y apreté el estetoscopio como salvavidas. Pero cuando identifiqué una falla en los soportes que otros habían pasado por alto, entendí que mi sensibilidad, antes enemiga, era mi superpoder“, relata.

Hoy, Juliana sigue trabajando en su recuperación:
✔️ Usa una pulsera con el lema “Este miedo no me define
✔️ Dirige un grupo de apoyo para profesionales con ansiedad
✔️ Volvió a visitar a sus padres, aunque prefiere rutas con múltiples paradas

Si te identificas con esta historia, busca ayuda. Como Juliana demostró: incluso las mentes más analíticas pueden necesitar herramientas emocionales. La buena noticia es que ambas habilidades -la técnica y la emocional- se pueden aprender.

Si tú o alguien que conoces está experimentando una emergencia o una crisis y necesita ayuda inmediata, llama a la línea 192 opción 4 (en Colombia) o dirígete a la sala de emergencia más cercana. Encuentra recursos adicionales para crisis.