
Disociación
Disociar es un fenómeno psicológico en el que la mente se “desconecta” parcial o completamente de la realidad como mecanismo de defensa ante situaciones abrumadoras. Esta experiencia, que puede ir desde una leve sensación de irrealidad hasta episodios más complejos donde se pierde la noción del tiempo o incluso la identidad, es más común de lo que se cree y afecta a personas de todas las edades.
Según los expertos, la disociación es una respuesta adaptativa del cerebro para manejar emociones o experiencias demasiado intensas, pero cuando ocurre con frecuencia o interfiere con la vida diaria, puede convertirse en un problema que requiere atención profesional.
El término “disociación” proviene de la idea de que ciertos procesos mentales se separan (o disocian) de la conciencia principal. Todos hemos experimentado formas leves de este fenómeno: por ejemplo, cuando conducimos por una ruta conocida y llegamos a destino sin recordar conscientemente el trayecto, o cuando nos sumergimos tanto en un libro o película que perdemos la noción del tiempo.
Sin embargo, para algunas personas, especialmente aquellas que han vivido traumas significativos, la disociación puede volverse más intensa y disruptiva, afectando su capacidad para funcionar en el día a día.
La disociación no es un estado único, sino que se manifiesta en un espectro que va desde experiencias cotidianas hasta trastornos clínicos complejos. En el extremo más leve está la disociación normativa, que incluye esos momentos de “piloto automático” que todos experimentamos ocasionalmente. Un paso más allá está la disociación patológica, que puede presentarse de varias formas:
Estas experiencias suelen ser temporales, pero para algunas personas se vuelven crónicas, especialmente cuando están vinculadas a traumas no procesados. Según un artículo de La Vanguardia, aproximadamente el 2-3% de la población general experimenta episodios significativos de despersonalización o desrealización, aunque muchas más tienen experiencias leves que no alcanzan el umbral clínico.
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La disociación es, en esencia, un mecanismo de supervivencia. Cuando enfrentamos situaciones que superan nuestra capacidad de afrontamiento, el cerebro puede “apagar” ciertas funciones como forma de protección. Esto es particularmente común en casos de trauma infantil, donde la disociación permite a un niño soportar experiencias que de otra manera serían psicológicamente devastadoras.
Los expertos explican que durante eventos traumáticos, el cerebro puede inhibir la integración normal de pensamientos, emociones y sensaciones físicas. Esto crea una especie de compartimentación donde los recuerdos dolorosos quedan almacenados de forma aislada, fuera del relato consciente de la vida de la persona.
Si bien esto ayuda en el momento del trauma, a largo plazo puede llevar a síntomas disociativos cuando esos contenidos no integrados intentan emerger.
Pero no solo los traumas graves causan disociación. Estrés crónico, ansiedad extrema, privación de sueño e incluso ciertas condiciones médicas pueden desencadenar episodios disociativos. Algunas personas también reportan experiencias disociativas durante ataques de pánico o en momentos de agotamiento emocional intenso.
Reconocer la disociación puede ser difícil, especialmente porque a menudo ocurre de forma automática. Algunas señales comunes incluyen:
Estos síntomas pueden aparecer de forma intermitente o volverse más persistentes dependiendo del nivel de estrés y de los recursos emocionales de la persona.
Existen varias estrategias efectivas para manejar los episodios disociativos:
Aunque la disociación leve puede manejarse con estrategias de autocuidado, es importante buscar ayuda profesional cuando:
Terapias como la cognitivo-conductual centrada en trauma, la terapia dialéctico-conductual o EMDR han demostrado especial eficacia para tratar la disociación patológica. En algunos casos, puede ser necesario un enfoque farmacológico complementario para manejar síntomas como ansiedad o depresión.
Más que un simple síntoma, la disociación puede entenderse como un mensaje del psiquismo: una señal de que hay emociones o recuerdos que necesitan ser procesados. En lugar de luchar contra estos estados o avergonzarse por experimentarlos, el camino hacia la integración pasa por escuchar lo que la disociación intenta comunicar.
Como señala La Vanguardia, en una cultura que premia la hiperconexión y la productividad constante, aprender a reconocer y respetar nuestros límites psicológicos es un acto revolucionario. La disociación, cuando se aborda con compasión y conocimiento, puede transformarse de enemiga en aliada: un recordatorio de que todos necesitamos pausas, tanto físicas como mentales, para procesar las complejidades de la existencia humana.
Entender la disociación es entender una de las formas más profundas en que nuestra mente intenta protegernos. Al hacerlo, no solo ganamos herramientas para manejar estos estados, sino también una mayor compasión hacia nosotros mismos y hacia otros que puedan estar lidiando con experiencias similares en silencio.
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